lunes, 4 de febrero de 2019

The March Of The Black Queen.

Cuando todo parece colocarse en su justo lugar. Cuando las cosas van bien. Bueno, en verdad mejor que bien. Cuando estoy a punto de lograr objetivos. Cuando Dios me ha sorprendido de maneras inimaginables. Cuando todo va encajando. Cuando tengo bendiciones día sí y día también. Cuando he tenido un gran día en el que he reído casi casi hasta que se me salten las lágrimas. Cuando he compartido días agradables con gente a la que aprecio y quiero muchísimo. Cuando he pasado tiempo haciendo cosas que me gustan, tranquilamente y contenta. Cuando me considero feliz. Cuando estoy a gusto. Cuando estoy justo donde quiero estar. Cuando tengo una Palabra clara a la que aferrarme. Cuando estoy en la cresta de la ola, aún consciente de mis defectos, pero confiada en Aquél que todo lo puede y en quién todo lo puedo.
Y aún así, ella grita más fuerte que nunca.
La Reina Negra.
Mi cara oculta, mi cara autodestructiva, mi cara bloqueada, mi cara afilada, mi cara enemiga. Mi peor cara: La Reina de Picas.
Reina de la noche, del vacío, de la ansiedad, del miedo, de la inseguridad. Reina de la autocrítica, de la dureza, de la inflexibilidad, de la (in)justicia, del dolor, de la venganza, del castigo, del (des)control.
Reina que grita, lucha, araña, golpea, corta, llora y sangra. La peor versión de mi.
Y es con quién convivo día a día, mi aguijón, mi debilidad. Sólo la Verdad me libera de su voz. Sólo con la ayuda del Todopoderoso puedo pasar de ella, cuando viene y se me acerca, me abraza y me dice "amiga mía, no pases de mí, porque tú y yo somos la misma". Y es paradójico, pero gracias a la Reina Negra, se perfecciona el poder de Dios. Porque el poder de Dios se manifiesta en mi debilidad.
Y tengo que aceptarla, para aferrarme más a Él. Porque la Reina Negra, en ciertas dosis, es buena por su capacidad de crítica, de querer ser mejor, de espabilarme. Pero no me dejaré dominar por ella. Porque cuando está en pleno auge, puede llegar a exigirme cosas que en mi humanidad no puedo alcanzar, y me fustiga sin parar, hasta tal punto de que quiera coquetear con la muerte.
Pero Dios pelea por mi. Dándole el lugar que sólo a Él le pertenece, y con mi identidad definida como Su Hija, soy una buena guerrera de Jah, ataviada con una potente armadura.  Y poco a poco la voz de la Reina de Picas se va oyendo más lejana. Porque hace tiempo que dejó de reinar, aunque lo intenta.


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