miércoles, 5 de diciembre de 2018

When your heart stops beating.

Y yo te pido perdón. Porque yo también tengo un rol en esta pantomima. Y me juré y perjuré, por cuestión de principios, que no haría contigo lo que hicieron conmigo. Y exactamente lo mismo no, pero sí similar. Porque el ADN es único para cada individuo, y por lo tanto es prácticamente imposible que yo adquiera el mismo modus operandi que otra persona, 100% exacto y calcado. Pero ahora, con 10 años de experiencia, he identificado los motivos que había detrás de esa conducta y he llegado realmente a perdonar. Pero el hecho que detrás de un comportamiento malo no hayan malas intenciones, no quiere decir que no haga daño. Y a ciencia cierta lo sé, duele. Duele como si algo que no sabías ni que tenías se estuviese rompiendo. Yo procuré encarar esta inevitable situación como para aprender de los errores que cometieron conmigo... No quería que sufrieras como lo hice yo. Y no sabía que hacer para que esto no ocurriese, pero sí lo que no debía hacer. Y aún así lo hice. Sutilmente. Porque a veces el plan se tiene que ir trazando sobre la marcha, conforme se van viendo los resultados. Pero esto ha explotado, y aunque no fuí yo quien hinchó el globo, quizá sí que fui yo quien te lo dió y te lo sujetó mientras tú lo hacías. En ocasiones lo único que hice es vendarme los ojos con lo que yo me quería creer: que ya me habías olvidado y superado. Pero si hubiera estado más atenta podría haber visto que, aunque no tuviese sentido, no lo habías hecho. Que da igual que tenga o no sentido, eso no cambia el hecho de que tú estés aún en ese punto. Y si bien es verdad que a mi me lo hicieron de una forma más cantosa, yo también te he dado amor de contenedor, del que siempre calienta el alma cuando acuden las penas. Del que cura los inviernos, lame las heridas, y del que para no verme tan sola, te deja colarte en mi vida, aún costándote la tuya. Y por eso lo siento, una vez más. 

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