domingo, 11 de septiembre de 2011

Oh! Gravity

En esos días en que te cuesta conciliar el sueño, todo esfuerzo por tratar de cerrar la puerta de tu imaginación es en vano.

Empiezas repasando los sucesos del día, las cosas que te han hecho sentir bien/mal, las cosas que te habría gustado decir/callarte, analizas a las personas con las cuáles has compartido la jornada.... Y, sin darte cuenta, una cosa lleva a la otra, y terminas recordando cosas de tu pasado, o imaginando el futuro.

Pero en ocasiones -más bien pocas- tu mente empieza a cuestionarse cosas serias, cosas transcentales. Comienzas a filosofar, a plantearte dudas, subiendo poco a poco de nivel, inventando o respaldando teorías.... Hasta llegar a la cumbre: Lo infinito.

Una vez llegado a ese punto, te das cuenta de que no puedes continuar. De que hay algo que te agobia de ese concepto. Quieres entenderlo pero no puedes. Cierras los ojos y no puedes imaginarlo. Tu cerebro rechaza el concepto de lo infinito, pero aún con todo... es algo tan misterioso, y está tan lejos de tu alcance... que no puedes evitar sentirte impresionado.

Y entonces, te sientes pequeño.... muy muy pequeño. Limitado.

Preso de tu realidad, mediocremente cuadrimensional.

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